DOS HISTORIAS Y UN MISMO CAMINO

Por Mariano Maffia1  y Gastón Tuculet2

Los autores relatan y piensan la experiencia de enseñar rugby en Institutos de Menores de la provincia de Buenos Aires, desarrollada a partir de experiencias dolorosas y la transformación de sus propias vidas, en articulación con el Área Social del Club Los Tilos de La Plata y la colaboración de muchos jugadores de categorías superiores, incluso de primera. Se repasan las reglas del juego y los valores trabajando una analogía tan necesaria para los jóvenes privados de libertad como para quienes desconocen esas situaciones y participan de un proyecto así a partir de su práctica deportiva.

Uno:
Gastón Adolfo Tuculet, nació en La Plata en el año 1961, realizó sus estudios primarios en la escuela Anexa Joaquín V. González, cursó el secundario en el Colegio Nacional Rafael Hernández y se recibió de Profesor de Educación Física en la UNLP. Sus primeras experiencias laborales fueron como “profe” en diversos Institutos de Menores de la provincia de Bs. As. Luego abandonó esta tarea docente para dedicarse de lleno a la carpintería, una de sus pasiones, actividad que desarrolló como medio de vida durante más de veinte años.

Jugó al rugby -otra de sus pasiones- desde que nació hasta que se hizo muy grande. Luego fue entrenador de divisiones infantiles, juveniles y del plantel superior, por muchos años también. Integró la subcomisión de rugby del Club Los Tilos hasta que, por una desgracia familiar (su hijo mayor fue asesinado en el año 2013) se retiró de todos los ámbitos vinculados con este deporte y también abandonó su pasión por la carpintería.

Durante el año 2014, con la necesidad de recuperar una actividad laboral que permitiera su sustento, retomó la docencia, aceptando horas cátedra como profesor de Educación Física en Institutos de Menores de la provincia de Bs. As., integrándose a un proyecto en marcha, consistente en la enseñanza del rugby a los niños internos en conflicto con la ley penal, junto al profesor Ariel Rodríguez, bajo la dirección de la profesora Silvia Mainero, encargada del Programa “Vida Dinámica”.

Esta actividad la desarrolla ininterrumpidamente desde esa fecha hasta el presente, los días miércoles y viernes en el horario de 16 a 19 hs. En las instalaciones ubicadas en calle 520 casi al llegar a Ruta 2, donde convergen distintos institutos, algunos semi cerrados y otros de mayor seguridad, habiendo intercambio de internos de distintos institutos de esta ciudad y realizando, además, clínicas en institutos del interior de la provincia, bajo el mismo programa.

Dos:
En el año 2013 nace dentro del Club de Rugby Los Tilos el Área Social del Club. Esta iniciativa surgió a partir de un grupo de jugadores en actividad y otros que ya habían abandonado la práctica activa del deporte, pero que siguen vinculados a las actividades del club.

La génesis de este proyecto también está vinculada a distintas desgracias padecidas en el seno de la institución, que movilizaron la idea originaria de este grupo de personas. Entre ellas, el resultado de las inundaciones de abril de 2013 en donde se transformó una complicación económica, en un acto solidario conjunto, tanto hacia adentro del club, como hacia afuera, ayudando a los vecinos y que los jóvenes jugadores, no sólo pudieron apreciar, sino que tuvieron una participación activa en ese rol.

Otra fue la pérdida de un querido jugador del Club producto de un acto delictivo, Juan Pedro Tuculet. Tal vez ello haya sido el detonante para que todo ese dolor contenido, junto con toda la energía emanada anteriormente, se materializara en actos de bien.

Para ello y, a través de distintas actividades, se intentó generar en los jugadores juveniles una conciencia solidaria.

De esta manera y acorde con los principios en que se sustenta el propio estatuto fundacional del Club que establece: Desarrollar la formación de personas de bien, basándose en los principios y valores del rugby, salió adelante esta idea.

El objetivo primordial ha sido generar y fomentar en la formación de los jugadores, este espíritu solidario y participativo con la consecuencia natural que ello conlleva, a través de acciones y actividades que beneficien a distintos organismos necesitados.

Tres:
El programa de enseñanza del juego de rugby dentro de los Institutos de Menores se vio enriquecido con una generosa idea del profesor Gastón Tuculet que, conociendo la existencia del Área Social de Los Tilos y sabiendo que la mejor forma de enseñar a jugar al rugby es simplemente jugándolo, invitó a que se asociaran esas actividades dentro del deporte.

Ellos, como profesores, enseñan en sus clases semanales las reglas de juego, los preparan físicamente y además, desarrollan y ejercitan las técnicas individuales que cada jugador debe aprender para su práctica (pase de la pelota, patada, dirección de las carreras, tackle, formaciones fijas, ocupación de espacios y desarrollo del juego).

El Área Social del club, con la convocatoria de jugadores juveniles, colabora en la enseñanza y la integración, aportando su experiencia en el juego.

De esta manera durante los años 2014 y 2015, con bastante frecuencia, se establecieron encuentros en las instalaciones de los Institutos, en una cancha de fútbol, previamente acondicionada por Gastón que, en más de una oportunidad, cargaba en su automóvil particular, la máquina de cortar césped de su casa para bajar los pastizales y junto a los chicos del instituto, munidos de palas, tapaban los pozos y demás imperfecciones del terreno para hacer del predio un lugar propicio para recibir la visita de los jugadores del Club de rugby Los Tilos.

Así fue que se produjeron varios encuentros en donde la concurrencia de jugadores del Club Los Tilos, entre 18 y 23 años de edad que, preferentemente iban variando en su integración en cada encuentro, posibilitando así la mayor diversidad de voluntarios, se materializaron entrenamientos conjuntos, donde se enseñaba una técnica en particular en cada estación compuesta por jugadores y entrenadores del club, estaciones que iban rotando bajo la conducción de los profesores y también, algunas veces, bajo la dirección de algún jugador del Club que asumía la responsabilidad del entrenamiento para permitir así, a los alumnos, tener otro medio de recepción que no fueran sus habituales profes, lo que motiva la atención de ellos facilita la comprensión. Luego, se desarrollaron partidos en los que se mezclaban jugadores del club e internos, situación que ayudaba a que la enseñanza se acelerara gracias al conocimiento que los chicos recibían directamente, dentro del campo de juego, a través de sus compañeros de equipo, con las indicaciones que los más experimentados transmitían en cada instancia del juego, ordenando los movimientos conjuntos, la ubicación de cada jugador, el ataque o la defensa, etc.

Cuatro:
El rugby como deporte ha generado y en menor medida ahora, lo sigue padeciendo, un prejuicio social importante hacia el deporte y hacia sus jugadores. No en forma gratuita. Claro que no. Históricamente ese juego/deporte estuvo reducido a ciertos círculos de clase acomodada. Era para pocos, y eran pocos los que podían practicarlo.

Pero, con el correr de los años y con cierta popularidad ganada en los colegios públicos y en otros sectores de la sociedad, ayudado también con los éxitos internacionales logrados por el seleccionado nacional, se fue metiendo en los hogares de clase media y también clase no tan media.

Así los clubes fueron receptando jóvenes y niños ya no pertenecientes a clases sociales económicamente fuertes o elites reducidas. Las puertas se fueron abriendo para que la mayor cantidad de niños accediera a los clubes, llamados chicos o no tan poderosos y también se fue expandiendo por el interior del país. Si bien los clubes tradicionales fueron más resistentes a su popularidad, la realidad les fue ganando la pulseada y también, algunos referentes de esos clubes resistentes colaboraron en la formación de equipos, que luego fueron clubes, integrados con chicos de la calle o de muy bajos recursos. Tal es el caso del Club Virreyes, de Berazategui Rugby, Ensenada Rugby y Berisso, entre otros, con el afán de sacarlos de la calle, de educarlos y de transmitirles los valores propios de este deporte.

Este crecimiento fue desproporcionado en el tiempo. En pocos años creció la cantidad de jugadores de una manera descomunal. Esto da la pauta que ya no son pocos los que acceden a los clubes y a la práctica del mismo.

No son ajenas a estos cambios las instituciones cerradas. Así es que en varias unidades penitenciarias existen equipos, también existen seleccionados de unidades por ciudades y hasta campeonatos inter zonales.

Si logramos despojarnos de ese prejuicio históricamente adquirido, podemos ver los valores que su práctica transmite. Y lo mejor de ello, es que estos valores no se proclaman dialécticamente. Van implícitos en el juego.

Cuando se enseña a jugar al rugby, simultáneamente con las técnicas individuales se enseñan y se adquieren estos valores fundamentales. Ante todo respeto al referee, al adversario, a los compañeros y a las normas del juego. Quien no cumple con estos preceptos difícilmente pueda practicarlo, ya que los mismos actores cuidan que estos valores no decaigan y el incumplidor se verá aislado automáticamente. No se juega contra, sino con el adversario. Sino no habría con quién jugarlo. No se puede jugar sin un referee que es quién determina cuáles son las faltas y a quién no se le discuten su fallos. La anarquía impediría su desarrollo. Quien discute o cuestiona al árbitro, no sólo recibe una sanción individual (tarjeta amarilla, que lo retira del juego por un lapso de diez minutos) sino que también se sanciona al equipo, trasladando el juego diez metros más atrás de donde estaba, haciéndolo perder el territorio hasta ese momento ganado. Y como broche, el jugador sancionado deja a su equipo con un jugador menos, lo que implica trabajo extra a sus compañeros. Por eso el compañerismo está presente en cada momento. En el esfuerzo del entrenamiento, en el esfuerzo conjunto del juego y en el esfuerzo por respetarse asimismo y a los demás. Una inconducta individual, repercute en el equipo. Eso los hace pensar antes de actuar.

Lo pueden practicar tanto el gordo, el flaco, el alto como el bajo. Cada cual tiene un lugar en el equipo y cada cual, tiene un trabajo específico que cumplir, lo que fomenta el trabajo en equipo. La fuerza del gordo sirve para obtener la pelota en el scrum, la altura del alto y flaco, sirve para obtener la pelota en el line. Sin la pelota, los ágiles y ligeros no pueden jugar, entonces, necesitan de la fuerza y del trabajo de los no tan rápidos, para luego, poder desequilibrar con su velocidad y, con sus destrezas, llegar a marcar un try (algo así como el gol). Todos ayudan al equipo, todos trabajan para un fin común. Esto genera solidaridad.

Por tratarse de un juego de contacto, si las normas no se respetan a “raja tablas”, se pondría en peligro la integridad física propia y la del rival, lo que transformaría el juego en una cosa distinta. El juego mutaría en una guerra. Por eso se intenta no cometer infracciones para no correr riesgos propios y además para no poner en riesgo a los rivales. Ello genera también, buena fe. Quién se educa en el respeto por las normas no sólo las cumple sino que intenta hacerlas cumplir.

Epílogo:
Esta experiencia vivida en los institutos de menores a lo largo de estos años ha permitido ver, con ojos propios, cómo los jóvenes internos se enriquecen con su práctica y enseñanza. Aprenden jugando. Canalizan la violencia que llevan incorporada en sus años de desencuentros y de encierro a través el juego en forma reglamentada. Su vehemencia al tacklear o al buscar el contacto en cada pelota, dan cuenta de ello.

Respetan a la autoridad del profesor por dos razones. Una, porque aprenden que eso es lo que corresponde y la otra, por conveniencia, porque les gusta jugar y saben que sin el profe, no hay rugby.

Respetan y cuidan a sus compañeros, porque el juego los lleva a ello. Sin compañeros no hay juego, sin juego, no hay diversión. Y esto, que parece un juego de palabras, es el juego mismo.

El respeto se instala en cada clase, en cada entrenamiento y en cada partido. La visita de jugadores verdaderos, de un club de primera, los motiva y los enriquece también. No sólo agradecen el gesto del visitante de acercarse hasta allí para jugar con ellos, sino que aprenden más rápido, aprenden jugando, aprenden cómo los que saben, no protestan, no discuten, no infringen el reglamento voluntariamente, sino accidentalmente. Además, adquieren la pasión que ellos les trasmiten en cada movimiento del juego.

Aprenden también las costumbres tradicionales de este deporte que, finalizada esa noble batalla disputada en el campo, que termina con el “pitazo final”, luego de saludarse, se juntan los equipos a compartir un momento de alegría, reflexión e intercambio de experiencias, llamado metafóricamente, “tercer tiempo”.

Para los visitantes también resulta enriquecedor. Conocer otra realidad, compartir el juego en otro contexto al que están acostumbrados y ver que esos chicos privados de su libertad son felices por un instante, gracias a su presencia, les brinda otra manera de conocimiento, otra forma de crecimiento.

Por último, compartir el equipo, la cancha y el juego, por un momento, los iguala. Son lo mismo, jugadores de rugby en una cancha de rugby. No hay diferencias ni sociales, ni culturales, ni económicas. Son todos jugadores jugando entre sí.


Notas

1. Abogado, secretario en un Juzgado Correccional de La Plata, participa activamente en rugby en el Club “Los Tilos” de La Plata.
2. Profesor de Educación Física. Trabaja en Institutos de Menores de la provincia de Bs. As.


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